España ostenta un
curioso record: se trata del país del mundo en el que más tarde sale el sol.
Como no podía ser de otra manera, los responsables de tal hazaña somos nosotros
mismos.
Para poder
comprender de qué hablo, os voy a obsequiar, siempre de forma gratuita, con
unas prácticas lecciones de Historia:
Como todos sabéis,
la hora que marcan nuestros relojes varía en función de en qué parte del mundo
nos encontremos. Esto se debe al movimiento rotatorio de nuestro planeta, que
hace que el día y la noche se vayan desplazando de este a oeste sobre la
superficie terrestre.
Antiguamente, la
hora se fijaba en cada localidad en base a relojes de sol. La gente no solía
desplazarse grandes distancias, por lo que no resultaba necesario saber la hora
de otros lugares. Era sencillo: cuando el sol alcanzaba el punto más alto sobre
el horizonte, todo el mundo sabía que había llegado el mediodía. Esto se
convirtió en un problema cuando llegó el primer medio de transporte capaz de
unir dos puntos geográficos distantes en relativamente poco tiempo: el
ferrocarril.
La irrupción del
ferrocarril en la vida cotidiana de la época trajo consigo la necesidad de sincronizar
horarios, ya que era indispensable que en la estación de origen, en la de destino
y en todas aquellas situadas en su recorrido la hora fuese la misma al mismo
tiempo. A medida que crecían las rutas ferroviarias, este hecho se transformó
en un quebradero de cabeza a nivel mundial. Por ello, en 1884, se convocó,
auspiciada por el Presidente norteamericano Chester A. Arthur, la “Conferencia
Internacional del Meridiano”, con el objetivo de establecer un meridiano para
ser empleado como longitud cero común y como estándar de tiempo en todo el
mundo. Los países participantes, reunidos en Washington DC y asesorados por un
equipo científico, acordaron una distribución homogénea de meridianos que
utilizaba el meridiano de Greenwich como eje central (meridiano 0). De este
modo, el planeta se dividiría en 24 regiones horarias en las que, partiendo de
la posición central del meridiano de Greenwich (GMT), habría que restar una
hora por cada región que se atraviese en dirección oeste (GMT-1) y sumarla si
se hace en dirección este (GMT+1).
La tierra se divide en 24 husos horarios. En el mismo color, los países y entornos que comparten horario |
El problema que
mencionaba al principio surge cuando, durante la 2ª Guerra Mundial, la Alemania nazi fue,
progresivamente ocupando los distintos Estados de Europa. Al hacerlo sincronizó
los horarios de todos ellos con el horario de Berlín (GMT+1) en un intento por
fijar la capital alemana como centro de poder y capital también del viejo continente.
España nunca fue ocupada durante el Tercer Reich, principalmente, debido a la pleitesía
mostrada por el régimen franquista hacia Adolf Hittler. Como muestra de esa
simpatía, en 1940, Franco tomó la “brillante” decisión de sincronizar el
horario de Madrid con el de Berlín, pasando así España del huso GMT al GMT+1.
Ni tras el fin de
la guerra y la caída de la
Alemania nazi, ni tras el fin de la dictadura franquista se
recuperó la hora que correspondía al país por su situación geográfica. Tampoco
ninguno de los gobiernos de la democracia ha caído o ha querido caer en la
cuenta del problema que supuso aquél cambio. Se trata de un capricho de un
Dictador que, pudiendo haber sido solucionado tras su muerte, no lo fue.
En verde, aquellos países con los que compartimos horario |
Francia tampoco
recuperó el huso GMT tras la guerra, a pesar de que el país galo es atravesado
por el meridiano de Greenwich de norte a sur. Si a nuestro país vecino ya le
perjudica este cambio, imaginemos lo que pasa en España, con la mayor parte de
su territorio situado más al oeste.
Actualmente, nos
encontramos en el huso correspondiente a Europa central, lo que nos lleva a la
curiosa situación de que tenemos una hora de diferencia con Portugal y las
Islas Canarias (situadas en una longitud similar), mientras que compartimos
horario con países como Polonia, República Checa y Hungría, entre otros.
Seguro que nunca os
habéis parado a pensar en las consecuencias que esto tiene en nuestras vidas
cotidianas. Si partimos de la base de que nuestro horario oficial de invierno
lleva 73 años adelantado de forma incomprensible respecto del horario solar (en
verano ese desfase es de 2 horas debido al adelanto que tiene lugar en marzo),
entenderemos por que, en la mayoría de acciones cotidianas nuestro
comportamiento difiere tanto del de nuestros vecinos europeos.
Siempre me ha
llamado la atención, por ejemplo, que en la gran mayoría de países las horas de
comida y cena sean tan tempranas y que nosotros lo hagamos tan tarde. Pues
bien, la explicación de esto no está en el “carácter latino”, como se ha dicho
en infinidad de ocasiones. Como es lógico, nuestro cuerpo tiende a adaptarse a
las condiciones naturales del entorno en el que vivimos y eso incluye las horas
de sol existentes. Por eso comemos a las 2 de la tarde. Todo el mundo come con
el mediodía, solo que nuestro mediodía solar llega 1 o 2 horas más tarde
(dependiendo de la época del año), porque es un mediodía berlinés. En Galicia,
territorio situado más al oeste de todo el país, el mediodía en verano llega en
torno a las 3 de la tarde y aún hay luz solar cerca de las 11 de la noche. Es
cierto que comemos, cenamos y nos retiramos a descansar más tarde que el resto
del mundo, pero lo hacemos más tarde sobre el horario oficial y no tanto si
tenemos en cuenta el horario solar.
Por otra parte,
¿Nunca os habéis preguntado por qué cuando nos levantamos por la mañana todavía
es de noche? O, incluso ¿por qué la mayoría de nosotros entramos a trabajar o a
clase sin que haya amanecido aún? Lo normal sería que nos despertásemos con luz
natural entrando por nuestra ventana, que es como lo hacen en el resto del
mundo, y no siendo noche cerrada como sucede aquí. El cuerpo, en su intento de
adaptarse a las condiciones naturales, sufre muchísimo con esta circunstancia.
Una y otra vez le impedimos adaptarse al horario solar, y lo pagamos con un
peor descanso que repercute negativamente en nuestro día a día. Pensad que
cuando suena nuestro despertador, por ejemplo, a las 6:30 de la mañana, en
realidad, solarmente hablando, nos estamos despertando en plena madrugada, que
es cuando cuerpo y mente se encuentran en su momento de máximo descanso. Por mucho
que nos empeñemos, está demostrado que la calidad del descanso no es la misma a
cualquier hora del día.
La solución que se
propone desde numerosos sectores es muy sencilla: recuperar el horario que
realmente nos corresponde y que teníamos hasta 1940 y volver a compartir
horario con Gran Bretaña, Irlanda, Portugal y Marruecos. Estamos sin duda ante
una muestra más de las nefastas consecuencias de que decidan este tipo de cosas
quienes no deben hacerlo. Se trata de una decisión política que ha llegado a
modificar lo natural.