Rotundamente,
sí. Eso es innegable. La Constitución
Española no deja puerta abierta alguna a otra interpretación
cuando dice en su artículo 28.2: “se
reconoce el derecho a la huelga de los trabajadores para la defensa de sus
intereses”.
Este
artículo, interpretado a contrario, defiende también la libertad de los trabajadores que no deseen secundar una
convocatoria de huelga, dado que configura la huelga como un derecho y no como
una obligación.
Sin
embargo, yo hoy quería ir a trabajar con normalidad y no he podido hacerlo (jornada de huelga general en la Comunidad Autónoma
Vasca). En mi lugar de trabajo se llevó a cabo una votación y con un 58% de
votos afirmativos se decidió cerrar la empresa en base a lo que dictan sus
Estatutos para casos como este, con lo cual, estoy obligado a secundar una
huelga en la que no creo (con el consiguiente perjuicio económico que ello me supone). ¿Dónde queda mi libertad?
Por
lo tanto, la pregunta que deberíamos plantear no es la del título de este
artículo, sino la siguiente:
¿El derecho de huelga de los
trabajadores recogido en la
Constitución opera realmente como un derecho?
Rotundamente,
no. La coacción ha pasado a ser un
elemento fundamental en cada convocatoria de huelga y en el resultado final de
su seguimiento.
En
mi caso particular no he sido coaccionado sino que, simplemente, mi puesto de
trabajo no estaba disponible lo que, a mi entender, vulnera mis derechos como
trabajador.
Esta
coacción de la que hablo opera en ambos sentidos:
La
situación actual, la creciente precariedad laboral y la inestabilidad y
temporalidad contractuales, permite que sean los empresarios quienes en muchos
casos decidan si permiten a sus empleados secundar o no la convocatoria de
huelga. Este hecho, sin duda, vulnera flagrantemente su derecho a seguir el
dictado de su conciencia por miedo a las represalias que pudieran tener lugar.
Existen
trabajadores que desearían no acudir a su puesto de trabajo en la jornada de
hoy pero han de hacerlo bajo el temor a ser despedidos o sancionados por parte
de sus superiores. Además, la catastrófica situación que nos venden “ahí fuera”
se encarga de hacer el resto.
Por
otra parte, podemos encontrarnos el caso contrario: multitud de pequeñas
empresas viven “con el agua al cuello” y directamente obligan a todos sus
empleados a secundar la jornada de huelga para poder ahorrarse un día de
salarios y de aportaciones a la Seguridad
Social. Se trata esta de una situación mucho más delicada,
pero que no por ello vulnera en menor medida el contenido del derecho de
huelga.
En
el caso del sector terciario (servicios), todo cambia. Habitualmente, estas
jornadas cuentan con un “apoyo” masivo de este sector compuesto en su mayoría
por pequeños comercios y trabajadores autónomos. Esto se debe en gran medida a
la incansable y comprometida labor de los piquetes
“informativos”, que te informan “muy amablemente” de que o cierras tu
comercio, o te lo revientan. Curioso que amenacen de esta forma a aquellos
pequeños trabajadores cuyos derechos se supone que están defendiendo.
Por
cierto, ¿sabíais que los delegados,
representantes y demás miembros sindicales que convocan la huelga y velan por
su seguimiento pueden cobrar ese día como un día de trabajo?
Si,
esos mismos que animan a los trabajadores a voz en grito y pancarta en mano a
quedarse en casa cobrarán todas sus horas como si ese día hubieran trabajado.
La ley permite a los representantes de los trabajadores disponer de una serie
de horas libres, que varían en función del tamaño de la empresa, para hacer
actividades sindicales. Si en este caso, estos no han agotado sus horas del mes
de mayo, podrán sumarlas a la huelga (considerando esta como una actividad
sindical) y cobrar su sueldo íntegro.
El
problema de base está en los propios sindicatos. La mayor parte de sus ingresos
proviene de las subvenciones públicas, lo cuál limita bastante
su poder de actuación. ¿Morderíais
vosotros la mano que os da de comer?
Es
por ese motivo que ninguna de las actuales organizaciones sindicales se atreve
a plantear una huelga indefinida en
todos los sectores. Esa sería la convocatoria de huelga que muchos estamos
esperando. Para que políticos y gobernantes se planteen siquiera algún cambio
han de verse ellos “con el agua al cuello”. Hay que invertir la situación, hay
que paralizar el país: sin
transportes, sin servicios, la Seguridad Social sin recaudar… entonces seremos
fuertes, y no con una huelga de un día en la que la mayoría de los trabajadores
tendrán que recuperar el trabajo que no hicieron, pero sin cobrarlo.
Siempre
lo he defendido: el día que los funcionarios públicos tomen conciencia del
poder que tienen y de que son ellos quienes realmente hacen funcionar los engranajes
de la Administración ,
ese día ocurrirán hechos históricos.
Y
después está también el problema
político, que no debemos obviar. Hace unos meses ya tuvimos una jornada de
huelga general convocada por los sindicatos de mayor afiliación a nivel
estatal. Ahora tenemos otra, con el mismo objetivo, pero promovida por los
sindicatos nacionalistas. Hasta aquí llega la división política. ¿Cómo vamos a
luchar así contra nada? “Divide y vencerás”, como se suele decir.
Carteles del sindicato nacionalista LAB anunciando la huelga |
La
gente está cansada ya de perder dinero luchando contra no se sabe muy bien qué,
de la manera equivocada y, encima, cada uno por su lado (no vaya a ser que nos
mezclemos y piensen que somos iguales).
Lo que más rabia me da es que, al final del día, cuando consulte
cualquier medio de comunicación e informen acerca del seguimiento de la jornada
de huelga aportando un porcentaje, yo y muchos como yo estaremos incluidos en
el mismo.