6 de junio de 2014

“EL JUEVES”, LA REVISTA QUE MURIÓ UN MARTES


A lo largo de estos dos últimos días, algunos de los dibujantes, colaboradores y miembros más brillantes de la revista “El jueves” han dimitido y abandonado la redacción como protesta por la decisión de RBA, editora de la publicación, de censurar la portada del número de esta semana sobre la sucesión real y cambiarla por una en la que aparecía Pablo Iglesias, líder de Podemos.

Los lectores habituales de este medio se sorprendieron al ver que la revista no estaba en los puntos de venta el miércoles, como es habitual. Esta vez, tuvieron que esperar un día más para poder adquirirla. Tras este hecho tan extraño, poco a poco fueron saliendo a la luz los motivos del citado retraso:

Al conocerse este lunes la Abdicación del Rey Juan Carlos I, todos los miembros de la redacción de El jueves tuvieron claro que ese debía ser el tema central de esta semana. Aunque andaban justos de tiempo, ya que las páginas se envían a imprenta los martes, tras una dura jornada tenían lista una portada y varias páginas interiores sobre la noticia. Todos estos contenidos se enviaron a imprenta y comenzó su impresión, hasta que la editora RBA (propietaria del 60% de las acciones de la revista desde diciembre de 2007) ordenó detener el proceso, recuperar la portada prevista antes de la renuncia al trono y destruir los 60.000 ejemplares ya impresos. Así, el proceso tuvo que volver a comenzar, de ahí el retraso de un día en su llegada a los quioscos.


Portada censurada.

Según cuentan quienes allí estaban, los representantes de RBA dejaron bien claro que debía cambiarse la portada y, además, prohibieron la aparición de cualquier miembro de la familia real en portada durante algunas semanas. Abert Monteys, uno de los más brillantes partícipes de la publicación y director de la misma entre 2006 y 2011, explicaba así lo sucedido a través de una viñeta en Twitter:


Imagen: Albert Monteys


El enfado de muchos de quienes han hecho posible esta revista a lo largo de los años no tardó en llegar, y sus reacciones tampoco. Así, a través de las redes sociales íbamos enterándonos de cómo ilustres como el propio Monteys, Manel Fontdevila, Manuel Bartual, Paco Alcázar, Bernardo Vergara, Guillermo e Isaac Rosa, entre otros, decidían abandonar la revista en un acto de dignidad y defensa de la libertad de expresión que les honra y que no me cansaré de aplaudir.








Como expresaba hoy mismo Isaac Rosa en Twitter, cuesta entender esta decisión, ya que “RBA sabía que la censura acabaría sabiéndose, que la portada la vería todo el mundo y que el daño para El Jueves sería enorme. ¿A quién beneficia?”. Sin duda, para RBA merece la pena sacrificar esta histórica publicación y evitar así cualquier posible fricción con la Casa Real.

Durante muchos años, semanalmente durante mi etapa Universitaria y esporádicamente ahora, he comprado y disfrutando esta revista. Cada miércoles tras salir del quiosco ojeaba su siempre magnífica y controvertida portada y comenzaba a devorar sus contenidos. Su análisis de la actualidad era un soplo de aire fresco y aportaba una visión que nunca hemos visto en ningún otro medio. Por otra parte, las viñetas y páginas fijas de personajes tan variopintos como Tato, Mamen, la parejita, Silvio José, Palmiro Capón, para ti que eres joven, Ortega y Pacheco, 4º de la ESO, Clara de noche… etc., constituían el núcleo de la publicación y garantizaban grandes carcajadas.

Sus contenidos nunca dejaban indiferente a nadie, y tampoco entendían de colores o ideologías. Si algo o alguien era actualidad, estaría en El jueves. Así, por ejemplo, por su sección “El gilipollas de la semana” han pasado políticos, deportistas, cantantes, periodistas, monarcas, obispos… en, definitiva, cualquiera que se haya ganado ese calificativo. Nunca faltaban candidatos. Ni siquiera la familia real se ha librado del azote "juevero". Prueba de ello eran sus secciones “Pascual, mayordomo real” de Idígoras y Pachi, “la Reina y yo” de Guillermo, y la más reciente “Borbón y cuenta nueva”, dibujada por Ricardo Peregrina. Incluso publicaron un especial recopilatorio de todas las portadas, historias y viñetas publicadas sobre la familia real titulado “Tocando los Borbones”.

Con sus treinta y siete años de historia, El jueves se ha convertido en la publicación satírica más longeva de España, sobreviviendo a una sensible y complicada transición política, a amenazas, a algún que otro sabotaje y a los intentos de partidos políticos y Casa Real por cortarle las alas en más de una ocasión. De hecho, en 2007, la revista ya fue objeto de algo que no creíamos que pudiese pasar en democracia: un secuestro (con su correspondiente juicio y multa económica). Por suerte, cuando la policía irrumpió en todos los puntos de venta para retirar aquél número en el que aparecían en portada los Príncipes de Asturias manteniendo relaciones sexuales, yo ya la había comprado.



Portada del número secuestrado en 2007 y portada "rectificatoria" una semana más tarde.


Parece que la revista continuará publicándose, pero es evidente que a partir de este número El jueves perderá lectores, su nivel de crítica e ingenio menguarán y todos los que la lean lo harán con el conocimiento de que sus autores no publican libremente, lo que hace que este tipo de publicaciones pierdan por completo su esencia. Si El jueves no es de sus dibujantes, ya no es El jueves.

Estos últimos días la dignidad, el respeto y la libertad de expresión han sufrido un duro golpe. Para mí, El jueves es ya "la revista que murió un martes".



6 de septiembre de 2013

YO NO QUIERO ESTOS JUEGOS




En víspera de que el Comité Olímpico Internacional (COI) anuncie en Buenos Aires qué ciudad albergará los Juegos Olímpicos y Paralímpicos de 2020, las delegaciones de las tres ciudades candidatas (Tokyo, Estambul y Madrid) apuran las horas restantes agasajando a sus miembros tratando de lograr su voto. Algunas de las más importantes autoridades políticas y deportivas de cada uno de los tres países en concurso llevan ya varios días en la ciudad argentina tratando de crear “lobbies” en torno a su candidatura que allanen el camino hacia el triunfo final en las dos rondas de votaciones que tendrán lugar mañana.

Y todo tiene su lógica. Unos JJOO son, sin duda, un excelente escaparate, no solo para la ciudad organizadora, sino para todo el país. Millones de personas se desplazan durante todo el año olímpico a la ciudad sede, con el aporte económico que ello supone; durante varios años en todo el mundo esa ciudad estará en boca de todos los medios, deportivos y no deportivos; Todo aquel al que le guste el deporte hablará de los Juegos y de su entorno… etc. Y llegada la cita, durante 2 semanas no se hablará de otra cosa en todo el mundo. Solo ha habido 3 casos en toda la Historia en los que unos JJOO se han cerrado con pérdidas económicas: Montreal 76, Atlanta 96 y Atenas 04.

En el aspecto deportivo el impacto es aún mayor. Estamos hablando del mayor acontecimiento deportivo que existe a nivel mundial. No olvidemos el antes y el después que supusieron los JJOO de Barcelona 92, en los que el deporte español dio un salto de calidad que supuso el inicio de la época dorada que vivimos hoy en día. Prueba de ello es que, de las 131 medallas que ha conseguido España en la historia de los JJOO de verano, 105 han sido obtenidas a partir de los Juegos de Barcelona (22 en Barcelona, 17 en Atlanta, 11 en Sydney, 20 en Atenas, 18 en Pekín y 17 en Londres). Antes de Barcelona 92, la edición olímpica en la que más metales había logrado nuestro deporte fue la de Moscú 80, de la que regresó con 6 preseas.

Sin embargo, yo no quiero que esos Juegos se celebren en Madrid. Ni Madrid ni España se los merecen. Y los motivos por los que no lo quiero son los siguientes:

     1.   No quiero que políticos de talla tan baja como Mariano Rajoy (Presidente del Gobierno), Ignacio González (Presidente de la Comunidad), Ana Botella (Alcaldesa de Madrid) o José Ignacio Wert (Ministro de Educación, Cultura y Deportes) se apunten el tanto de la concesión de los Juegos. No lo quiero porque lo interpretarán como una victoria política que nos venderán como resultado de su “buena gestión”, mientras continúan metiendo la tijera en sanidad, educación, investigación, dependencia y derechos sociales en general.

2.    El Príncipe Felipe es una de las autoridades que representará a la candidatura en Buenos Aires. Tampoco quiero que un miembro de la familia Real, que cada día que pasa está más “enmierdada” por todos los flancos, se apunte la victoria de Madrid como un ejemplo del “trabajo bien hecho” de la Casa Real.

3.    Los miembros y representantes de la Candidatura mienten. Dicen que la opción de Madrid como sede olímpica cuenta con el 91% de apoyo de la población española. Mienten descaradamente. Con un alto índice de ciudadanos en paro, sin una sanidad de garantías en muchos casos, con cada vez menos posibilidades de optar a una educación de calidad… sinceramente, no creo que el conjunto de la sociedad esté ni siquiera preocupado por la elección de mañana.

4.    Todos sabemos lo que pasaría con la adjudicación de los contratos relacionados con los JJOO. En un país corrupto a todos los niveles, la licitación y adjudicación de contratos sería “de risa”. Vivimos en la tierra de las comisiones, los sobres, los “me debes un favor” y los “tengo un amiguete que…”. No hay más que imaginarlo, y se nos hace fácil.

5.   El 80% de las infraestructuras ya están construídas. Ni siquiera en ese aspecto generarían todo el empleo y crecimiento económico que nos prometen.

6.    España es un país en recesión. La economía española retrocede un poco más cada año que pasa, todo lo contrario a lo que ocurre en Turquía (crece una media del 5% anual) o Japón (en constante crecimiento). En este aspecto, Tokyo es la mejor situada, ya que cuenta con una inversión privada muy potente de cara a los JJOO, mientras que en España, la práctica totalidad de la inversión provendría de las arcas públicas, lo que aumenta las probabilidades de unos Juegos deficitarios (como sucedió en Atenas 2004).

7.   Madrid ya ha dejado bien claro cuál es el modelo de crecimiento por el que ha apostado al perder el culo por lograr la construcción allí de Eurovegas. Ello resulta absolutamente incompatible con los valores olímpicos que ahora predica.
  
Hace unos años jamás hubiera escrito esto. Me gusta el deporte, me encanta. Disfruto cada 4 años con la celebración de los JJOO. 8 años atrás deseaba la concesión a Madrid de los Juegos de 2012 (incluso me compré una pulsera de apoyo a la candidatura). También hace 4 años deseaba que los juegos de 2016 se celebrasen en Madrid. Pero ahora no quiero que este Gobierno, en cuyo partido se está destapando la mayor trama corrupta de la Historia reciente, que maltrata a trabajadores, a estudiantes y a la sociedad en general, que está obligando a gente honrada a marcharse de su propio país, que recorta derechos, que aporta más dinero a la Iglesia Católica y a la tauromaquia que a la sanidad, educación y dependencia, se apunte un éxito como este.

Me da vergüenza enseñar este país al mundo. Y a ellos, que son quienes nos han llevado a esta situación, debería darles muchísima más.

No quiero unos juegos manchados de mierda, corrupción, oportunismo y utilizados como una cortina de humo para tapar nuestras vergüenzas y trapos sucios. Yo no quiero estos Juegos. España tiene, o debería tener, otras prioridades.

Cuando mañana, día 7 de septiembre de 2013, a eso de las 22:30 de la noche (hora peninsular española), el Presidente del COI, Jacques Rogge, pronuncie la frase “to the city of…”, desearé con fuerza que la palabra que le siga sea “Tokyo” o “Estambul”.


Jacques Rogge en el momento de anunciar a Rio de Janeiro como sede en 2016


ACTUALIZACIÓN (08/09/2013): finalmente, la candidatura madrileña cayó eliminada en la primera votación del COI tras un desempate con Estambul. En la votación final, Tokyo se hizo con los Juegos Olímpicos y Paralímpicos de 2020. Quiero felicitar desde aquí a la ciudad nipona y a todo Japón, seguro que organizarán unos Juegos excelentes.



30 de mayo de 2013

¿ES LA HUELGA REALMENTE UN DERECHO?

Rotundamente, sí. Eso es innegable. La Constitución Española no deja puerta abierta alguna a otra interpretación cuando dice en su artículo 28.2: “se reconoce el derecho a la huelga de los trabajadores para la defensa de sus intereses”.


Este artículo, interpretado a contrario, defiende también la libertad de los trabajadores que no deseen secundar una convocatoria de huelga, dado que configura la huelga como un derecho y no como una obligación.

Sin embargo, yo hoy quería ir a trabajar con normalidad y no he podido hacerlo (jornada de huelga general en la Comunidad Autónoma Vasca). En mi lugar de trabajo se llevó a cabo una votación y con un 58% de votos afirmativos se decidió cerrar la empresa en base a lo que dictan sus Estatutos para casos como este, con lo cual, estoy obligado a secundar una  huelga en la que no creo (con el consiguiente perjuicio económico que ello me supone). ¿Dónde queda mi libertad?

Por lo tanto, la pregunta que deberíamos plantear no es la del título de este artículo, sino la siguiente:

¿El derecho de huelga de los trabajadores recogido en la Constitución opera realmente como un derecho?

Rotundamente, no. La coacción ha pasado a ser un elemento fundamental en cada convocatoria de huelga y en el resultado final de su seguimiento.

En mi caso particular no he sido coaccionado sino que, simplemente, mi puesto de trabajo no estaba disponible lo que, a mi entender, vulnera mis derechos como trabajador.

Esta coacción de la que hablo opera en ambos sentidos:

La situación actual, la creciente precariedad laboral y la inestabilidad y temporalidad contractuales, permite que sean los empresarios quienes en muchos casos decidan si permiten a sus empleados secundar o no la convocatoria de huelga. Este hecho, sin duda, vulnera flagrantemente su derecho a seguir el dictado de su conciencia por miedo a las represalias que pudieran tener lugar.

Existen trabajadores que desearían no acudir a su puesto de trabajo en la jornada de hoy pero han de hacerlo bajo el temor a ser despedidos o sancionados por parte de sus superiores. Además, la catastrófica situación que nos venden “ahí fuera” se encarga de hacer el resto.

Por otra parte, podemos encontrarnos el caso contrario: multitud de pequeñas empresas viven “con el agua al cuello” y directamente obligan a todos sus empleados a secundar la jornada de huelga para poder ahorrarse un día de salarios y de aportaciones a la Seguridad Social. Se trata esta de una situación mucho más delicada, pero que no por ello vulnera en menor medida el contenido del derecho de huelga.

En el caso del sector terciario (servicios), todo cambia. Habitualmente, estas jornadas cuentan con un “apoyo” masivo de este sector compuesto en su mayoría por pequeños comercios y trabajadores autónomos. Esto se debe en gran medida a la incansable y comprometida labor de los piquetes “informativos”, que te informan “muy amablemente” de que o cierras tu comercio, o te lo revientan. Curioso que amenacen de esta forma a aquellos pequeños trabajadores cuyos derechos se supone que están defendiendo.

Por cierto, ¿sabíais que los delegados, representantes y demás miembros sindicales que convocan la huelga y velan por su seguimiento pueden cobrar ese día como un día de trabajo?

Si, esos mismos que animan a los trabajadores a voz en grito y pancarta en mano a quedarse en casa cobrarán todas sus horas como si ese día hubieran trabajado. La ley permite a los representantes de los trabajadores disponer de una serie de horas libres, que varían en función del tamaño de la empresa, para hacer actividades sindicales. Si en este caso, estos no han agotado sus horas del mes de mayo, podrán sumarlas a la huelga (considerando esta como una actividad sindical) y cobrar su sueldo íntegro.

El problema de base está en los propios sindicatos. La mayor parte de sus ingresos proviene de las subvenciones públicas, lo cuál limita bastante su poder de actuación. ¿Morderíais vosotros la mano que os da de comer?

Es por ese motivo que ninguna de las actuales organizaciones sindicales se atreve a plantear una huelga indefinida en todos los sectores. Esa sería la convocatoria de huelga que muchos estamos esperando. Para que políticos y gobernantes se planteen siquiera algún cambio han de verse ellos “con el agua al cuello”. Hay que invertir la situación, hay que paralizar el país: sin transportes, sin servicios, la Seguridad Social sin recaudar… entonces seremos fuertes, y no con una huelga de un día en la que la mayoría de los trabajadores tendrán que recuperar el trabajo que no hicieron, pero sin cobrarlo.

Siempre lo he defendido: el día que los funcionarios públicos tomen conciencia del poder que tienen y de que son ellos quienes realmente hacen funcionar los engranajes de la Administración, ese día ocurrirán hechos históricos.

Y después está también el problema político, que no debemos obviar. Hace unos meses ya tuvimos una jornada de huelga general convocada por los sindicatos de mayor afiliación a nivel estatal. Ahora tenemos otra, con el mismo objetivo, pero promovida por los sindicatos nacionalistas. Hasta aquí llega la división política. ¿Cómo vamos a luchar así contra nada? “Divide y vencerás”, como se suele decir.

Carteles del sindicato nacionalista LAB anunciando la huelga

La gente está cansada ya de perder dinero luchando contra no se sabe muy bien qué, de la manera equivocada y, encima, cada uno por su lado (no vaya a ser que nos mezclemos y piensen que somos iguales).

Lo que más rabia me da es que, al final del día, cuando consulte cualquier medio de comunicación e informen acerca del seguimiento de la jornada de huelga aportando un porcentaje, yo y muchos como yo estaremos incluidos en el mismo.



5 de mayo de 2013

ESCRACHES... Y LO QUE VENDRÁ


Los escraches están de moda. O tal vez sea mejor decir que “son actualidad”.

Aunque el término ya existía, en estas últimas semanas se ha convertido en una de las palabras más utilizadas por los medios de comunicación. Estos movimientos no son más que una forma de protesta pacífica de acción directa en la que las protestas tienen lugar frente al domicilio o lugar de trabajo de la persona a quien se desea presionar o cuya responsabilidad se quiere denunciar o hacer pública.

Vamos, que en la práctica se trata de “montar  jaleo” bajo la ventana de casa de un Diputado, un banquero, Ministros… Ya que están muy ocupados y no tienen tiempo de acercarse a ver la realidad por la que atraviesa el país, pues les llevan la realidad a casa. Realidad a Domicilio o tele-realidad. ¿Qué más quieren?

Es algo así como lo que hace el cobrador del frac: su único objetivo es recordar a esta gente cuáles son sus responsabilidades.

Imagen de un escrache. / Imagen: JAIRO VARGAS

Pero, ¿Por qué hacer un escrache? ¿Qué hay detrás de todo esto? Y lo que es más preocupante, ¿Qué vendrá después?

Los escraches no son más que el siguiente paso. Un escalón más. Son el objeto de la frustración de un sector cada vez más amplio de la ciudadanía que ve como manifestaciones, concentraciones y demás actos de protesta… lejos de mostrar eficacia alguna, encima generan la burla de aquellos a quienes van dirigidas. Estamos hartos de ver cómo políticos y demás altos cargos frivolizan con asuntos tales como el número de asistentes, la seriedad de convocatorias y las teorías conspiranoicas que se ocultan tras las mismas.

Concretamente recuerdo el caso de un Diputado asomándose por la puerta del Congreso de los Diputados durante el primer movimiento “rodea el Congreso”. Lo más inteligente que se le ocurrió decir al mirar hacia la Plaza de Neptuno fue: “suele haber más gente cuando el Atlético de Madrid celebra algún título”. ¿No le parece serio? Pues igual debajo de su casa lo ve de otra manera. Es un paso absolutamente lógico y comprensible.

Esta vergonzosa prepotencia de aquellos que dicen velar por los intereses de la sociedad es la que genera y alimenta estos movimientos, y no la extrema izquierda, ni la extrema derecha ni ETA, ni nada que se le parezca, como hemos tenido que escuchar. No tienen ni idea de lo que realmente está pasando ni del alcance que todo esto puede llegar a tener. Y si lo tienen, ya han dejado claro que les da igual.

Como muchas veces antes, volvemos a enfocar las cosas de la manera equivocada. El problema no son los escraches. Los escraches, sinceramente, deberían “traérnosla floja”. Luchar contra los escraches es como tener bronquitis y tomar únicamente medicamentos para atajar la tos. En ambos casos, si se me permite el símil, la enfermedad está más extendida. Si nos centramos en los síntomas en vez de combatir la enfermedad, esta terminará por matar al paciente. No debemos gastar tiempo, dinero ni ningún recurso en combatir ni enfrentarnos a los escraches, sino en ver todo lo que hay detrás, todo lo que ha llevado a esas personas a protestar desesperadamente bajo el domicilio de un personaje público concreto. Cuando la enfermedad sea curada, los síntomas desaparecerán solos.

Ilustración de Manel Fontdevila publicada en la revista "El Jueves"

Si no hacemos esto, los escraches irán a más. Cada vez harán referencia a más problemas y se volverán violentos (por suerte, todavía no lo son). Comenzaron como un movimiento contra los desahucios, pero ya están extendiéndose a otros ámbitos como los recortes en gasto público, el paro… La metástasis está en marcha y empieza a parecer imparable.

Es cuestión de tiempo que alguien dé el siguiente paso, que alguien suba el siguiente escalón. Y no sé si se han dado cuenta los escracheados, pero la indignación está ya en la puerta de sus casas. ¿Qué creen que será lo siguiente?

En este país se está suicidando gente que se ve en la calle sin nada tras ser desahuciada y sin posibilidad de volver a remontar el vuelo porque continúa teniendo una deuda millonaria con su banco. Esto es ya una realidad. Llegará el día en que alguna de estas personas caiga en la cuenta de que le da absolutamente lo mismo llevarse a 4 o 5 por delante antes de quitarse la vida. Peor aún, se dará cuenta de que de ese modo se va al otro barrio mucho más satisfecha.

Cuando eso suceda, nuevamente dedicaremos tiempo y recursos a decir lo mal que está hacer eso en vez de dar con el problema real y tratar de remediarlo, y así es como la enfermedad seguirá avanzando.

Otra cosa que creo que acabará sucediendo es un aumento de la delincuencia. Mucha gente habrá que, ante la posibilidad de vivir en la más absoluta miseria, optará por robar y delinquir. Si les va bien podrán vivir con lo que roben, y si les va mal y son detenidos, podrán vivir en una prisión a cuenta del Estado. Cada vez la gente tiene mucho menos que perder, por lo que vivir en una cárcel (comida caliente y una cama) llegará a ser mucho más que aquello a lo que puedan aspirar en sus vidas.

Todo esto no es más que un reflejo de la crispación, el desengaño y la decepción de la calle. Algunos lo exteriorizamos escribiendo, otros lo hacen a gritos y pancarta en mano, pero es cuestión de tiempo que alguien decida que todo esto ya no es suficiente y pase a mayores. Entonces, ya no habrá vuelta atrás, y llevarnos las manos a la cabeza no servirá absolutamente para nada.

Lo dicho, estos políticos elitistas a los que alimentamos deberían bajar de una vez a la calle y romper esa barrera que les separa de la realidad y que cada vez parece más insalvable. La clase política está perdida. Ellos tienen a la policía delante de su casa (policía que pagamos todos) para evitar que se acerquen demasiado aquellos a los que, en muchos casos, esa misma policía ayudó a echar de la suya. Curioso.

Lo peor de todo es que cuando tras esta lenta agonía el paciente muera, encima nos dirán que no pudieron hacer nada por salvarlo o que hacerlo no estaba en su mano. Y entonces no sé qué será peor: si que nos lo digan o que ellos mismos realmente se lo crean.

25 de febrero de 2013

ESTAFA EMBOTELLADA



Seguramente nunca os habéis parado a pensar en todo lo que se esconde detrás del simple y cotidiano hecho de tomar un trago de agua de una botella de plástico, una sencilla botella de esas que podemos adquirir en cualquier tienda, supermercado o establecimiento hostelero.

Hoy quiero haceros reflexionar sobre el engaño del que somos objeto a cuenta del agua embotellada y del que seguro que muchos de nosotros no somos conscientes.

Esa agua que todos vemos como garantía de limpieza, salubridad, con preciosas montañas y escenas de la naturaleza decorando las botellas, no es más que otra de las muchas manipulaciones y engaños a los que nos somete el mercado consumista del que somos parte. Este mercado, para poder subsistir, necesita vender a toda costa y, para ello, las grandes compañías invierten muchísimo dinero en campañas orientadas a convencer a los consumidores de que necesitan comprar a toda costa.

Para ello, crean necesidades inexistentes, nos convencen de que debemos comprar un producto que no necesitamos. Sin que nos demos cuenta introducen en nuestra mente deseos sobre cosas que, en la mayoría de los casos, no nos aportan nada provechoso. Además, crean en nosotros un persistente sentimiento de inseguridad si no adquirimos aquello que nos ofrecen.

Este es el caso del agua, un producto que podemos tener en nuestras casas prácticamente gratis, siendo en la mayoría de los casos de mucha mejor calidad.
  
Hemos pasado de consumir agua embotellada únicamente por tratarse de agua mineral con unas propiedades determinadas o por recomendación médica, a consumir agua embotellada simplemente “porque sí”.

Las grandes empresas comercializadoras de bebidas han visto en este comportamiento una gran oportunidad de negocio y no han dudado en lanzarse de cabeza, en muchos casos, engañando de forma descarada a los consumidores. Me explico:

Muchas de las marcas que comercializan agua embotellada lo único que hacen es embotellar agua corriente, de la misma que podemos consumir a través del grifo de nuestras casas. La marca de agua embotellada Aquafina (producto de PEPSI Co.), por ejemplo, se ha visto obligada a reconocer públicamente que el agua que comercializa no es más que agua del grifo. De hecho, ha sido obligada a modificar su etiquetado, en el que ahora indica que se trata de “agua potable preparada” (podéis comprobarlo). Personalmente, me resulta bastante curioso el término “preparada”. Desde el punto de vista del marketing, se trata de una estrategia redonda: “nos están vendiendo agua del grifo a precio de mineral”. ¡Y la estamos comprando encantados!

Etiqueta de Aquiafina en España
¿No nos damos cuenta de que estamos pagando por el mismo producto que podemos encontrar en nuestras casas o en cualquier fuente pública? Y además lo estamos haciendo sobrepasando en un porcentaje muy elevado su precio real.

Y todo ello sin mencionar otro grave problema: la contaminación derivada de la producción industrial de botellas de plástico, que consume grandes cantidades de petróleo y cuyo reciclaje posterior resulta también muy costoso y contaminante, generando toneladas de residuos imposibles de eliminar.
Montaña de botellas de plástico en India.

Es cierto que en muchos lugares del mundo el agua corriente no tiene la calidad requerida para el consumo humano o no es potable, pero debemos orientar todos los recursos posibles a conseguir que lo sea. En esos lugares, el consumo de agua embotellada debería ser una alternativa temporal hasta que se logre la potabilización del agua corriente, y no la solución final al problema, como las multinacionales del sector pretenden.

Estas empresas, junto con nuestra mentalidad consumista, han logrado convertir el acceso a agua potable (que debería ser un derecho humano) en un producto.

El cambio y la concienciación deben comenzar por nosotros mismos con pequeñas acciones cotidianas que no cuestan nada. Por ejemplo, pidiendo en bares y restaurantes un vaso o jarra de agua del grifo en lugar de una botella. Tan sencillo como eso.

Deberíamos tomar conciencia y prescindir del consumo del agua embotellada en la medida de lo posible. Por nuestra salud, por nuestro bolsillo y por nuestro planeta.

A modo de cierre, os dejo un vídeo que trata este asunto y en el que merece la pena invertir unos minutos:





2 de febrero de 2013

CAMPEONES DEL MUNDO, PERO… ¿QUÉ HACEMOS AHORA?

La selección española celebrando el título de Campeones del Mundo 2013. / Imagen: Massimiliano Minocri

Hace exactamente una semana que la selección española de balonmano se proclamó campeona del mundo tras vencer a Dinamarca en la final del Mundial celebrado en España. Como no podía ser de otra manera, la deformación producida por tantos años ligado a este deporte me impide dejar este asunto sin comentario alguno.

Pasada una semana de ese gran éxito, el balonmano nacional vuelve a su triste realidad: la liga ASOBAL. La reanudación de la competición nacional este fin de semana nos devuelve al precario estado en el que se encuentra este deporte, y que en nada se corresponde con lo vivido y disfrutado durante la celebración del pasado Campeonato del Mundo.

La Final del pasado domingo, disputada en Barcelona, fue seguida a través de la pequeña pantalla por cerca de 3 millones y medio de espectadores, mientras que el encuentro de liga ASOBAL más seguido la pasada temporada lo vieron 401.000 personas (Barça – Atletico de Madrid). El Palau Sant Jordi mostraba un lleno absoluto en la final mundialista, mientras que la media de asistencia a los pabellones en liga es de 2.414 aficionados (datos de la pasada campaña).

Desde que se adjudicó a España la organización de este Campeonato del Mundo, allá por 2010, desde las altas instancias del balonmano español se hizo hincapié en la ocasión que ello supondría para relanzar este deporte de nuevo en nuestro país. No olvidemos que estamos hablando del tercer deporte en lo que a número de licencias federativas se refiere (96.258), y a uno de los que más títulos internacionales ha dado, tanto a nivel de clubes como desde la selección (10 medallas desde 1996, entre ellas, 2 oros en Campeonatos del Mundo).

España ya ganó el Mundial en el año 2005, y desde entonces, una vez aliviado el “subidón” inicial, el panorama balonmanístico ha sufrido un deterioro sin precedentes, alcanzando límites desoladores. En los últimos años, la liga ASOBAL ha caído en picado en todos sus ámbitos, caída que se ha visto acentuada por la situación económica actual. Clubs míticos como Teka Cantabria, Altea, San Antonio (todo un Campeón de Europa), Arrate… se han visto obligados a desaparecer por no poder hacer frente a sus deudas, mientras que los mejores jugadores (nacionales y extranjeros) han iniciado un éxodo a otras ligas como la francesa o alemana, que han visto como aumenta su nivel a la par que disminuye el nuestro. De hecho, de los 16 jugadores que se acaban de proclamar Campeones del Mundo, 6 militan en ligas extranjeras.

Tras este reciente éxito, se da por hecho que llegarán los patrocinios y se logrará enganchar a nuevos aficionados, pero yo, personalmente, no las tengo todas conmigo. El balonmano en este país siempre ha carecido de una estrategia de marketing de calidad. Nunca se ha sabido promocionar de manera efectiva desde ningún sector. Pésimos horarios, jornadas partidas con encuentros entre semana, poca cobertura mediática, publicidad inexistente… no ayudan a que este deporte pueda ser seguido o enganchar a nuevos seguidores. Y en el caso de las chicas, cada uno de estos problemas se multiplica. Seguro que todos recordamos la medalla de bronce lograda por la selección femenina en los pasados JJOO de Londres (éxito que les valió el apodo de “las guerreras”), pero nadie ha vuelto a oír hablar de balonmano femenino desde entonces.

Gran parte de la responsabilidad de haber llegado a esta vergonzosa situación debe recaer en las instituciones y organismos que dirigen y gestionan este deporte, comenzando por la Real Federación Española de Balonmano. Juan de Dios Román, su presidente, se acaba de apuntar el tanto del éxito organizativo y deportivo del Mundial, pero de lo que realmente es responsable este señor es de la lenta agonía que ha sufrido el balonmano español durante los últimos años. Sus rencillas con la ASOBAL, con las distintas Federaciones autonómicas y territoriales, con clubs… y sus intereses personales al frente de la RFEBM, han dejado morir lentamente al balonmano haciendo parecer que éste se moría solo.
"Joseja" Hombrados y Juan de Dios Román. / Imagen: MARCA

Juan de Dios Román finaliza mandato este mismo año y ya ha anunciado que no se presentará a la reelección. De momento, el único candidato a sucederle es José Javier Hombrados, excelente y laureado guardameta campeón del mundo en 2005 que ha visto precipitada su retirada tras una complicada lesión de rodilla. Si finalmente llega a ocupar el cargo, tiene mucho trabajo por delante para lograr resucitar un deporte en horas muy bajas. Personalmente, tengo la esperanza de que su todavía reciente paso por las canchas dote a la Federación de la perspectiva y sangre fresca de las que ha venido careciendo en los últimos años.

Como suele decir Paco Caro, comentarista encargado de retransmitir el balonmano en TVE:


 “Háganme caso, sigan este maravilloso deporte”




ACTUALIZACIÓN: Finalmente, no fue J. J. Hombrados el único candidato a la presidencia de la RFEBM. El valenciano Francisco Blázquez presentó con posterioridad una candidatura alternativa y, tras un agitado proceso electoral, resultó elegido Presidente el 22 de abril de 2013, con 54 votos frente a los 32 que obtuvo el guardameta.



6 de enero de 2013

¿EN QUÉ HORA VIVIMOS?


España ostenta un curioso record: se trata del país del mundo en el que más tarde sale el sol. Como no podía ser de otra manera, los responsables de tal hazaña somos nosotros mismos.
Para poder comprender de qué hablo, os voy a obsequiar, siempre de forma gratuita, con unas prácticas lecciones de Historia:
Como todos sabéis, la hora que marcan nuestros relojes varía en función de en qué parte del mundo nos encontremos. Esto se debe al movimiento rotatorio de nuestro planeta, que hace que el día y la noche se vayan desplazando de este a oeste sobre la superficie terrestre.
Antiguamente, la hora se fijaba en cada localidad en base a relojes de sol. La gente no solía desplazarse grandes distancias, por lo que no resultaba necesario saber la hora de otros lugares. Era sencillo: cuando el sol alcanzaba el punto más alto sobre el horizonte, todo el mundo sabía que había llegado el mediodía. Esto se convirtió en un problema cuando llegó el primer medio de transporte capaz de unir dos puntos geográficos distantes en relativamente poco tiempo: el ferrocarril.
La irrupción del ferrocarril en la vida cotidiana de la época trajo consigo la necesidad de sincronizar horarios, ya que era indispensable que en la estación de origen, en la de destino y en todas aquellas situadas en su recorrido la hora fuese la misma al mismo tiempo. A medida que crecían las rutas ferroviarias, este hecho se transformó en un quebradero de cabeza a nivel mundial. Por ello, en 1884, se convocó, auspiciada por el Presidente norteamericano Chester A. Arthur, la “Conferencia Internacional del Meridiano”, con el objetivo de establecer un meridiano para ser empleado como longitud cero común y como estándar de tiempo en todo el mundo. Los países participantes, reunidos en Washington DC y asesorados por un equipo científico, acordaron una distribución homogénea de meridianos que utilizaba el meridiano de Greenwich como eje central (meridiano 0). De este modo, el planeta se dividiría en 24 regiones horarias en las que, partiendo de la posición central del meridiano de Greenwich (GMT), habría que restar una hora por cada región que se atraviese en dirección oeste (GMT-1) y sumarla si se hace en dirección este (GMT+1).
La tierra se divide en 24 husos horarios. En el mismo color, los países y entornos que comparten horario
La Conferencia estableció así los husos horarios, pero cada Estado pudo decidir con quién acompasar sus relojes. La única recomendación fue que cada país adaptase su horario de forma que las 12:00 horas oficiales se aproximasen lo máximo posible al mediodía solar, esto es, al momento en el que el sol se encuentra en el punto más alto sobre el horizonte. Estados Unidos, por ejemplo, cuenta con 4 husos horarios diferentes dentro de su territorio continental (que son más si contamos Alaska y Hawai), mientras que China, con una extensión similar, mantiene todo su territorio dentro de la misma franja horaria. España se encontró con un dilema de sencilla solución: el meridiano de Greenwich atraviesa la península ibérica en su zona oriental, por lo que se fijó el horario GMT (Greenwich Mean Time, o Tiempo Medio de Greenwich), el mismo que adoptaron Gran Bretaña, Francia y Portugal, entre otros.
El problema que mencionaba al principio surge cuando, durante la 2ª Guerra Mundial, la Alemania nazi fue, progresivamente ocupando los distintos Estados de Europa. Al hacerlo sincronizó los horarios de todos ellos con el horario de Berlín (GMT+1) en un intento por fijar la capital alemana como centro de poder y capital también del viejo continente. España nunca fue ocupada durante el Tercer Reich, principalmente, debido a la pleitesía mostrada por el régimen franquista hacia Adolf Hittler. Como muestra de esa simpatía, en 1940, Franco tomó la “brillante” decisión de sincronizar el horario de Madrid con el de Berlín, pasando así España del huso GMT al GMT+1.
Ni tras el fin de la guerra y la caída de la Alemania nazi, ni tras el fin de la dictadura franquista se recuperó la hora que correspondía al país por su situación geográfica. Tampoco ninguno de los gobiernos de la democracia ha caído o ha querido caer en la cuenta del problema que supuso aquél cambio. Se trata de un capricho de un Dictador que, pudiendo haber sido solucionado tras su muerte, no lo fue.
En verde, aquellos países con los que compartimos horario
Francia tampoco recuperó el huso GMT tras la guerra, a pesar de que el país galo es atravesado por el meridiano de Greenwich de norte a sur. Si a nuestro país vecino ya le perjudica este cambio, imaginemos lo que pasa en España, con la mayor parte de su territorio situado más al oeste.
Actualmente, nos encontramos en el huso correspondiente a Europa central, lo que nos lleva a la curiosa situación de que tenemos una hora de diferencia con Portugal y las Islas Canarias (situadas en una longitud similar), mientras que compartimos horario con países como Polonia, República Checa y Hungría, entre otros.
Seguro que nunca os habéis parado a pensar en las consecuencias que esto tiene en nuestras vidas cotidianas. Si partimos de la base de que nuestro horario oficial de invierno lleva 73 años adelantado de forma incomprensible respecto del horario solar (en verano ese desfase es de 2 horas debido al adelanto que tiene lugar en marzo), entenderemos por que, en la mayoría de acciones cotidianas nuestro comportamiento difiere tanto del de nuestros vecinos europeos.
Siempre me ha llamado la atención, por ejemplo, que en la gran mayoría de países las horas de comida y cena sean tan tempranas y que nosotros lo hagamos tan tarde. Pues bien, la explicación de esto no está en el “carácter latino”, como se ha dicho en infinidad de ocasiones. Como es lógico, nuestro cuerpo tiende a adaptarse a las condiciones naturales del entorno en el que vivimos y eso incluye las horas de sol existentes. Por eso comemos a las 2 de la tarde. Todo el mundo come con el mediodía, solo que nuestro mediodía solar llega 1 o 2 horas más tarde (dependiendo de la época del año), porque es un mediodía berlinés. En Galicia, territorio situado más al oeste de todo el país, el mediodía en verano llega en torno a las 3 de la tarde y aún hay luz solar cerca de las 11 de la noche. Es cierto que comemos, cenamos y nos retiramos a descansar más tarde que el resto del mundo, pero lo hacemos más tarde sobre el horario oficial y no tanto si tenemos en cuenta el horario solar.
Por otra parte, ¿Nunca os habéis preguntado por qué cuando nos levantamos por la mañana todavía es de noche? O, incluso ¿por qué la mayoría de nosotros entramos a trabajar o a clase sin que haya amanecido aún? Lo normal sería que nos despertásemos con luz natural entrando por nuestra ventana, que es como lo hacen en el resto del mundo, y no siendo noche cerrada como sucede aquí. El cuerpo, en su intento de adaptarse a las condiciones naturales, sufre muchísimo con esta circunstancia. Una y otra vez le impedimos adaptarse al horario solar, y lo pagamos con un peor descanso que repercute negativamente en nuestro día a día. Pensad que cuando suena nuestro despertador, por ejemplo, a las 6:30 de la mañana, en realidad, solarmente hablando, nos estamos despertando en plena madrugada, que es cuando cuerpo y mente se encuentran en su momento de máximo descanso. Por mucho que nos empeñemos, está demostrado que la calidad del descanso no es la misma a cualquier hora del día.
La solución que se propone desde numerosos sectores es muy sencilla: recuperar el horario que realmente nos corresponde y que teníamos hasta 1940 y volver a compartir horario con Gran Bretaña, Irlanda, Portugal y Marruecos. Estamos sin duda ante una muestra más de las nefastas consecuencias de que decidan este tipo de cosas quienes no deben hacerlo. Se trata de una decisión política que ha llegado a modificar lo natural.