25 de febrero de 2013

ESTAFA EMBOTELLADA



Seguramente nunca os habéis parado a pensar en todo lo que se esconde detrás del simple y cotidiano hecho de tomar un trago de agua de una botella de plástico, una sencilla botella de esas que podemos adquirir en cualquier tienda, supermercado o establecimiento hostelero.

Hoy quiero haceros reflexionar sobre el engaño del que somos objeto a cuenta del agua embotellada y del que seguro que muchos de nosotros no somos conscientes.

Esa agua que todos vemos como garantía de limpieza, salubridad, con preciosas montañas y escenas de la naturaleza decorando las botellas, no es más que otra de las muchas manipulaciones y engaños a los que nos somete el mercado consumista del que somos parte. Este mercado, para poder subsistir, necesita vender a toda costa y, para ello, las grandes compañías invierten muchísimo dinero en campañas orientadas a convencer a los consumidores de que necesitan comprar a toda costa.

Para ello, crean necesidades inexistentes, nos convencen de que debemos comprar un producto que no necesitamos. Sin que nos demos cuenta introducen en nuestra mente deseos sobre cosas que, en la mayoría de los casos, no nos aportan nada provechoso. Además, crean en nosotros un persistente sentimiento de inseguridad si no adquirimos aquello que nos ofrecen.

Este es el caso del agua, un producto que podemos tener en nuestras casas prácticamente gratis, siendo en la mayoría de los casos de mucha mejor calidad.
  
Hemos pasado de consumir agua embotellada únicamente por tratarse de agua mineral con unas propiedades determinadas o por recomendación médica, a consumir agua embotellada simplemente “porque sí”.

Las grandes empresas comercializadoras de bebidas han visto en este comportamiento una gran oportunidad de negocio y no han dudado en lanzarse de cabeza, en muchos casos, engañando de forma descarada a los consumidores. Me explico:

Muchas de las marcas que comercializan agua embotellada lo único que hacen es embotellar agua corriente, de la misma que podemos consumir a través del grifo de nuestras casas. La marca de agua embotellada Aquafina (producto de PEPSI Co.), por ejemplo, se ha visto obligada a reconocer públicamente que el agua que comercializa no es más que agua del grifo. De hecho, ha sido obligada a modificar su etiquetado, en el que ahora indica que se trata de “agua potable preparada” (podéis comprobarlo). Personalmente, me resulta bastante curioso el término “preparada”. Desde el punto de vista del marketing, se trata de una estrategia redonda: “nos están vendiendo agua del grifo a precio de mineral”. ¡Y la estamos comprando encantados!

Etiqueta de Aquiafina en España
¿No nos damos cuenta de que estamos pagando por el mismo producto que podemos encontrar en nuestras casas o en cualquier fuente pública? Y además lo estamos haciendo sobrepasando en un porcentaje muy elevado su precio real.

Y todo ello sin mencionar otro grave problema: la contaminación derivada de la producción industrial de botellas de plástico, que consume grandes cantidades de petróleo y cuyo reciclaje posterior resulta también muy costoso y contaminante, generando toneladas de residuos imposibles de eliminar.
Montaña de botellas de plástico en India.

Es cierto que en muchos lugares del mundo el agua corriente no tiene la calidad requerida para el consumo humano o no es potable, pero debemos orientar todos los recursos posibles a conseguir que lo sea. En esos lugares, el consumo de agua embotellada debería ser una alternativa temporal hasta que se logre la potabilización del agua corriente, y no la solución final al problema, como las multinacionales del sector pretenden.

Estas empresas, junto con nuestra mentalidad consumista, han logrado convertir el acceso a agua potable (que debería ser un derecho humano) en un producto.

El cambio y la concienciación deben comenzar por nosotros mismos con pequeñas acciones cotidianas que no cuestan nada. Por ejemplo, pidiendo en bares y restaurantes un vaso o jarra de agua del grifo en lugar de una botella. Tan sencillo como eso.

Deberíamos tomar conciencia y prescindir del consumo del agua embotellada en la medida de lo posible. Por nuestra salud, por nuestro bolsillo y por nuestro planeta.

A modo de cierre, os dejo un vídeo que trata este asunto y en el que merece la pena invertir unos minutos:





1 comentario:

  1. Uno de los anuncios que más me ha sorprendido hasta hoy (y la lista es larga, que tiendo a ser bastante crítica con esto de la publicidad televisiva) fue el que nos ofreció la empresa Coca-Cola en 2011 para vendernos el agua que embotella esta multinacional: Aquabona. Dicho spot ridiculizaba a un grupo de personas en una cata olfativa de agua, argumentando que el agua no tiene olor y que por ello resultaba una tontería. Pues lo siento, Coca-Cola, pero tu agua, como toda la demás, huele y sabe.
    Pasando un poco por alto el tema de la publicidad engañosa (tema que podrías, Jorge, abordar en un futuro) y el hecho de que existan en ciertos restaurantes cartas de agua como si de gran reservas se tratara, que se venda agua de lluvia embotellada a cambio de un riñón o el último invento de Vichy Catalán, el agua en lata, es cierto que esta sociedad consumista se basa en crearnos necesidades que no tenemos para gastarnos un dineral (que tampoco tenemos) en algo que no necesitamos. Que el agua es un bien que no se valora como es debido es cierto, tan cierto como que es una necesidad para la vida, pero las compañías de refrescos no pueden tergiversar esta realidad diciéndonos que el agua de grifo es de mala calidad, pues en muchos lugares es mejor que la embotellada, y de ejemplo sirve la comarca en la que vivimos.

    No abarcaré el tema del reciclaje porque eso sí que es una estafa con la que estamos bien engañados, pues producimos más de lo que jamás podremos reciclar y no todos los envases son reciclables como nos intentan hacer creer, pero eso es tema para otra entrada y no para un comentario mío.
    ¿Qué deja en evidencia todo esto? Pues que somos débiles, que basta que nos digan que un producto es brutal para que nos gastemos los cuartos en él, y cuanto más consumimos, más parte de nuestro punto de vista crítico se consume, haciéndoles creer incluso a nuestras papilas gustativas que ese agua que bebemos está más rica, es más sana y hasta refresca más solo por haberle quitado el precinto al desenroscar el tapón.
    Una lástima que ocurra con muchos más productos que el agua potable, pero el consumismo es así y como bien has dicho en nuestras manos está cambiarlo; la lógica dicta que si el consumidor deja de gastar, el productor se arruina y deja de producir. Claro que todo esto de la lógica empieza a sonar también a publicidad engañosa.

    En fin, que ya me he enredado bastante y resulta agotador. Creo que necesito reponer fuerzas, así que esperaré tu próxima entrada tomándome un vasito de agua, y que sea del grifo!

    M.I.

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